Queridos hermanos de Yo creo en Dios, en esta ocasión traemos a ustedes esta hermosa oración de LA MAGNIFICAT, que nuestra Virgen María hace al Padre Celestial, como un canto de alabanza por la elección que hizo Dios de ella, por la providencia de él en el mundo y por el cumplimiento de sus promesas a nuestros padres.
María se encuentra extasiada por el conocimiento de los caminos de Dios, y por la tranquilidad, la serenidad y la alegría que le proporciona el amor de Dios a su corazón.
Haz esta oración durante siete días seguidos si tienes alguna petición en especial, o cada que necesites alabar a Dios siguiendo el ejemplo de nuestra Madre María.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos, abogada de los cristianos, Virgen Madre del Señor, por favor protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.
María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa, en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su manto te ha hecho madre de Dios, amada Virgen María.
Nosotros nos alegramos en ti, tú eres nuestra defensa ante Dios. Por favor extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos y manda a tus siervos el socorro del cielo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí; su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles, de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándote de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y a su descendencia por siempre; por eso también te pido tu valiosa y bendita ayuda, para poder resolver esta difícil situación por la que estoy pasando:
(Dile ahora tu problema a la Virgen María, para que nos socorra en estos difíciles momentos)
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo mal y peligro, ¡Oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Toda la gloria por siempre al Poder, a la Sabiduría y al Amor infinito de Dios, por medio del inmaculado Corazón de María, madre nuestra, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.
Ustedes, pues oren así: Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo, nuestro pan cotidiano dánoslo hoy y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentaciones, más líbranos del mal.
Que si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, los perdonará también a ustedes nuestro Padre Celestial, pero si no perdonan a los hombres, tampoco nuestro Padre perdonará sus ofensas.
Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de gozo al contemplar la bondad de Dios mi salvador. Porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya, y ved aquí el motivo por el que desde ahora me llamarán dichosa, todas las generaciones, pues ha hecho en mi favor cosas grandes y maravillosas, el que es todo poderoso y su nombre infinitamente Santo, cuya misericordia se extiende de generación en generación a todos cuantos le temen.
Extendió el brazo de su poder y disipó el orgullo de los soberbios, trastornando sus designios. Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes, a los necesitados los colmó de bienes y a los ricos los dejó sin cosa alguna.
Exaltó a Israel, su siervo, acordándose de su Misericordia, como lo había prometido a nuestro padre Abraham y a toda su descendencia, por siempre.
No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbe que corroen, y ladrones que socavan y roban. Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polillas ni herrumbe que corroan, ni ladrones que socaven y roben, porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras; y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué horrible oscuridad tendrás!, nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro, por eso no podéis servir a Dios y al dinero al mismo tiempo.
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, por lo qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, o con qué os vestiréis, acaso ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros y aún así, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir una hora al curso de su vida?
Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aún Salomón con toda su gloria, se vistió así como uno de ellos.
Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Por lo tanto, pon toda tu atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirás también todas estas cosas. No te preocupes por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse, pues cada día tiene bastante con sus propios problemas.
Señor hazme fiel como lo fue nuestra madre, la Virgen María, para poder servirte y amarte, durante toda mi vida y así, puedas ayudarme y bendecirme, por siempre.
ASÍ SEA +
Ahora en honor a nuestra Madre del Cielo, hagamos de todo corazón un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
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