LOS 10 SALMOS MÁS PODEROSOS Y MILAGROSOS DEL MUNDO 7, 23, 27, 34, 40, 51, 91, 121, 127 y 130

por | Jun 25, 2020 | SALMOS | 0 comentarios


SALMO 7 – EL SEÑOR ES UN JUEZ JUSTO

Señor, mi Dios, en ti busco protección;

¡sálvame de todos los que me persiguen!

¡Líbrame, pues son como leones;

no sea que me despedacen

y no haya quien me salve!

Señor, mi Dios,

¿en cuál de estas cosas he incurrido?

¿Acaso he cometido un crimen?

¿Acaso he pagado a mi amigo mal por bien?

¿Acaso he oprimido sin razón a mi enemigo?

De ser así, que mi enemigo me persiga;

que me alcance y me arrastre por el suelo,

y que haga rodar por el suelo mi honor.

¡Levántate, Señor, con furor!

¡Haz frente a la furia de mis enemigos!

Tú, que has decretado hacer justicia,

¡ponte de mi parte!

Rodéate del conjunto de las naciones

y pon tu trono en lo alto, por encima de ellas.

Señor, tú juzgas a las naciones:

júzgame conforme a mi honradez;

júzgame conforme a mi inocencia.

Dios justo,

que examinas los pensamientos

y los sentimientos más profundos,

¡pon fin a la maldad de los malvados,

pero al hombre honrado mantenlo firme!

Mi protección es el Dios altísimo,

que salva a los de corazón sincero.

Dios es un juez justo

que condena la maldad en todo tiempo.

Si el hombre no se vuelve a Dios,

Dios afilará su espada;

ya tiene su arco tenso,

ya apunta sus flechas encendidas,

¡ya tiene listas sus armas mortales!

Miren al malvado:

tiene dolores de parto,

está preñado de maldad

y dará a luz mentira.

Ha hecho una fosa muy honda,

y en su propia fosa caerá.

¡Su maldad y su violencia

caerán sobre su propia cabeza!

Alabaré al Señor porque él es justo;

cantaré himnos al nombre del Señor,

al nombre del Altísimo.

(Ahora pídele a Dios que te ampare y te libre de toda persecución y de todo mal y peligro)

Salmo 23 El Señor es mi pastor

El Señor es mi pastor;

nada me falta.

En verdes praderas me hace descansar,

a las aguas tranquilas me conduce,

me da nuevas fuerzas

y me lleva por caminos rectos,

haciendo honor a su nombre.

Aunque pase por el más oscuro de los valles,

no temeré peligro alguno,

porque tú, Señor, estás conmigo;

tu vara y tu bastón me inspiran confianza.

Me has preparado un banquete

ante los ojos de mis enemigos;

has vertido perfume en mi cabeza,

y has llenado mi copa a rebosar.

Tu bondad y tu amor me acompañan

a lo largo de mis días,

y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.

(Ahora tómate un momento para pedirle al Creador que te guíe y te proteja siempre)

SALMO 27 EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿de quién podré tener miedo?

El Señor defiende mi vida,

¿a quién habré de temer?

Los malvados, mis enemigos,

se juntan para atacarme y destruirme;

pero ellos son los que tropiezan y caen.

Aunque un ejército me rodee,

mi corazón no tendrá miedo;

aunque se preparen para atacarme,

yo permaneceré tranquilo.

Sólo una cosa he pedido al Señor,

sólo una cosa deseo:

estar en el templo del Señor

todos los días de mi vida,

para adorarlo en su templo

y contemplar su hermosura.

Cuando lleguen los días malos,

el Señor me dará abrigo en su templo;

bajo su sombra me protegerá.

¡Me pondrá a salvo sobre una roca!

Entonces podré levantar la cabeza

por encima de mis enemigos;

entonces podré ofrecer sacrificios en el templo,

y gritar de alegría, y cantar himnos al Señor.

A ti clamo, Señor: escúchame.

Ten compasión de mí, ¡respóndeme!

El corazón me dice:

«Busca la presencia del Señor.»

Y yo, Señor, busco tu presencia.

¡No te escondas de mí!

¡No me rechaces con ira!

¡Mi única ayuda eres tú!

No me dejes solo y sin amparo,

pues tú eres mi Dios y salvador.

Aunque mi padre y mi madre me abandonen,

tú, Señor, te harás cargo de mí.

Señor, muéstrame tu camino;

guíame por el buen camino

a causa de mis enemigos;

no me entregues a su voluntad,

pues se han levantado contra mí

testigos falsos y violentos.

Pero yo estoy convencido

de que llegaré a ver la bondad del Señor

a lo largo de esta vida.

¡Ten confianza en el Señor!

¡Ten valor, no te desanimes!

¡Sí, ten confianza en el Señor!

(En este instante dile a Dios que confías plenamente en él y que es todo para ti)

SALMO 34 – ALABANZAS A LA BONDAD DEL SEÑOR

Bendeciré al Señor a todas horas;

mis labios siempre lo alabarán.

Yo me siento orgulloso del Señor;

¡óiganlo y alégrense, hombres humildes!

Alabemos juntos y a una voz

la grandeza del nombre del Señor.

Recurrí al Señor, y él me contestó,

y me libró de todos mis temores.

Los que miran al Señor

quedan radiantes de alegría

y jamás se verán defraudados.

Este pobre gritó, y el Señor lo oyó

y lo libró de todas sus angustias.

El ángel del Señor protege y salva

a los que honran al Señor.

Prueben, y vean que el Señor es bueno.

¡Feliz el hombre que en él confía!

Honren al Señor, los consagrados a él,

pues nada faltará a los que lo honran.

Los ricos se vuelven pobres, y sufren hambre,

pero a los que buscan al Señor nunca les faltará ningún bien.

Vengan, hijos míos, y escúchenme:

voy a enseñarles a honrar al Señor.

¿Quieres vivir mucho tiempo?

¿Quieres gozar de la vida?

Pues refrena tu lengua de hablar mal,

y nunca digan mentiras tus labios.

Aléjate de la maldad, y haz lo bueno;

busca la paz, y síguela.

El Señor cuida de los hombres honrados

y presta oído a sus clamores.

El Señor está en contra de los malhechores,

para borrar de la tierra su recuerdo.

El Señor atiende al clamor del hombre honrado,

y lo libra de todas sus angustias.

El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos

y han perdido la esperanza.

El hombre honrado pasa por muchos males,

pero el Señor lo libra de todos ellos.

Él le protege todos los huesos;

ni uno solo le romperán.

A los malvados los mata su propia maldad;

los que odian al hombre honrado serán castigados.

Pero el Señor salva la vida a sus siervos;

¡no serán castigados los que en él confían!

(El Señor es nuestro proveedor y nuestro salvador, así que dale gracias, bendícelo y pídele que te dé la salvación de tu alma)

SALMO 40 – ME AGRADA HACER TU VOLUNTAD, DIOS MÍO

Puse mi esperanza en el Señor,

y él se inclinó para escuchar mis gritos;

me salvó de la fosa mortal,

me libró de hundirme en el pantano.

Afirmó mis pies sobre una roca;

dio firmeza a mis pisadas.

Hizo brotar de mis labios un nuevo canto,

un canto de alabanza a nuestro Dios.

Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos

y pusieron su confianza en el Señor.

¡Feliz el hombre que confía en el Señor

y no busca a los insolentes

ni a los que adoran a dioses falsos!

Señor y Dios mío,

muchas son las maravillas que tú has hecho

y las consideraciones que nos tienes.

¡Nada es comparable a ti!

Quisiera anunciarlas, hablar de ellas,

pero son más de las que puedo contar.

Tú no te complaces en los sacrificios

ni en las ofrendas de cereales;

tampoco has pedido holocaustos

ni ofrendas para quitar el pecado.

En cambio, me has abierto los oídos.

Por eso he dicho: Aquí estoy,

tal como el libro dice de mí.

A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío;

¡llevo tu enseñanza en el corazón!

En presencia de tu pueblo numeroso

he dado a conocer lo que es justo.

¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio!

No me he quedado callado acerca de tu justicia;

he hablado de tu fidelidad y salvación.

Jamás he ocultado tu amor y tu verdad

ante tu pueblo numeroso.

Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura!

¡Que siempre me protejan tu amor y tu fidelidad!

Pues me han pasado tantas desgracias

que ni siquiera las puedo contar.

Me han atrapado mis propias maldades;

¡hasta he perdido la vista!

Son más que los pelos de mi cabeza,

y hasta el ánimo he perdido.

Señor, por favor, ¡ven a librarme!

Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!

¡Que sean puestos en completo ridículo

los que tratan de acabar con mi vida!

¡Que huyan en forma vergonzosa

los que quieren hacerme daño!

¡Que huyan avergonzados

los que se burlan de mí!

Pero que todos los que te buscan

se llenen de alegría;

que cuantos desean tu salvación

digan siempre: «¡El Señor es grande!»

Y a mí, que estoy pobre y afligido,

no me olvides, Señor.

Tú eres quien me ayuda y me liberta;

¡no te tardes, Dios mío!

(Confía con alegría en el Señor, cuéntale tu problema y pronto vendrá en tu ayuda)

SALMO 51 – OH DIOS, TEN COMPASIÓN DE MÍ

Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí;

por tu gran ternura, borra mis culpas.

¡Lávame de mi maldad!

¡Límpiame de mi pecado!

Reconozco que he sido rebelde;

mi pecado no se borra de mi mente.

Contra ti he pecado, y sólo contra ti,

haciendo lo malo, lo que tú condenas.

Por eso tu sentencia es justa;

irreprochable tu juicio.

En verdad, soy malo desde que nací;

soy pecador desde el seno de mi madre.

En verdad, tú amas al corazón sincero,

y en lo íntimo me has dado sabiduría.

Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;

lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Lléname de gozo y alegría;

alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.

Aleja de tu vista mis pecados

y borra todas mis maldades.

Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!,

¡dame un espíritu nuevo y fiel!

No me apartes de tu presencia

ni me quites tu santo espíritu.

Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;

sostenme con tu espíritu generoso,

para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos

y los pecadores se vuelvan a ti.

Líbrame de cometer homicidios,

oh Dios, Dios de mi salvación,

y anunciaré con cantos que tú eres justo.

Señor, abre mis labios,

y con mis labios te cantaré alabanzas.

Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos;

yo te los daría, pero no es lo que te agrada.

Las ofrendas a Dios son un espíritu dolido;

¡tú no desprecias, oh Dios, un corazón hecho pedazos!

Haz bien a Sión, por tu buena voluntad;

vuelve a levantar los muros de Jerusalén.

Entonces aceptarás los sacrificios requeridos,

las ofrendas y los holocaustos;

entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.

(Confiesa ahora todos tus pecados a Dios y pide su bendito perdón)

SALMO 91 – EL SEÑOR ES NUESTRO REFUGIO

El que vive bajo la sombra protectora

del Altísimo y Todopoderoso,

dice al Señor: «Tú eres mi refugio,

mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!»

Sólo él puede librarte

de trampas ocultas y plagas mortales,

pues te cubrirá con sus alas,

y bajo ellas estarás seguro.

¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!

No tengas miedo a los peligros nocturnos,

ni a las flechas lanzadas de día,

ni a las plagas que llegan con la oscuridad,

ni a las que destruyen a pleno sol;

pues mil caerán muertos a tu izquierda

y diez mil a tu derecha,

pero a ti nada te pasará.

Solamente lo habrás de presenciar:

verás a los malvados recibir su merecido.

Ya que has hecho del Señor tu refugio,

del Altísimo tu lugar de protección,

no te sobrevendrá ningún mal

ni la enfermedad llegará a tu casa;

pues él mandará que sus ángeles

te cuiden por dondequiera que vayas.

Te levantarán con sus manos

para que no tropieces con piedra alguna.

Podrás andar entre leones,

entre monstruos y serpientes.

«Yo lo pondré a salvo,

fuera del alcance de todos,

porque él me ama y me conoce.

Cuando me llame, le contestaré;

¡yo mismo estaré con él!

Lo libraré de la angustia

y lo colmaré de honores;

lo haré disfrutar de una larga vida:

¡lo haré gozar de mi salvación!»

(Dios siempre está a nuestro lado para protegernos y bendecirnos, así que exprésale toda tu confianza en él en este momento)

SALMO 121 – EL SEÑOR ES TU PROTECTOR

Levanto mis ojos a los montes;

¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

que hizo los cielos y la tierra.

¡Nunca permitirá que resbales!

¡Nunca se dormirá el que te cuida!

No, él nunca duerme;

nunca duerme el que cuida de Israel.

El Señor es quien te cuida;

el Señor es quien te protege,

quien está junto a ti para ayudarte.

El sol no te hará daño de día,

ni la luna de noche.

El Señor te protege de todo peligro;

él protege tu vida.

El Señor te protege en todos tus caminos,

ahora y siempre.

(Si necesitas de la protección del Señor, díselo en este momento)

SALMOS 127 – TODO VIENE DEL SEÑOR

Si el Señor no construye la casa,

de nada sirve que trabajen los constructores;

si el Señor no protege la ciudad,

de nada sirve que vigilen los centinelas.

De nada sirve trabajar de sol a sol

y comer un pan ganado con dolor,

cuando Dios lo da a sus amigos mientras duermen.

Los hijos que nos nacen

son ricas bendiciones del Señor.

Los hijos que nos nacen en la juventud

son como flechas en manos de un guerrero.

¡Feliz el hombre que tiene muchas flechas como ésas!

No será avergonzado por sus enemigos

cuando se defienda de ellos ante los jueces.

(Recuerda que todo viene del Señor, todo lo que tienes, así que agradécele y pídele que te siga ayudando)

SALMO 130 – CONFIANZA EN EL SEÑOR

Desde el fondo del abismo

clamo a ti, Señor:

¡Escucha, Señor, mi voz!,

¡atiendan tus oídos mi grito suplicante!

Señor, Señor,

si tuvieras en cuenta la maldad,

¿quién podría mantenerse en pie?

Pero en ti encontramos perdón,

para que te honremos.

Con toda mi alma espero al Señor,

y confío en su palabra.

Yo espero al Señor

más que los centinelas a la mañana.

Así como los centinelas esperan a la mañana,

espera tú, Israel, al Señor,

pues en él hay amor y completa libertad.

¡Él librará a Israel de toda su maldad!

(Ahora con esta reflexión final, dile a nuestro amado Dios que confías él, que sabe que te librará de toda la maldad que intente acercarse a ti, y también que se llevará todos los males de la tierra como los virus o la pobreza)

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Claudia Velez

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